de la complejidad
¿Cómo podemos entender los fragmentos de conocimiento que se presentan ante nuestra vista si parecen las piezas de un rompecabezas que no alcanzamos a descifrar? Robert Laughlin, Premio Nobel de Física, señala que el arte nos da un indicio de cómo se podría dar este proceso: “En un cuadro impresionista, el significado de la imagen está en su totalidad. Si vemos las partes de este cuadro, no son nada, no tienen ningún sentido. Sólo te atrapa conforme lo ves desde más lejos. Cuando ves uno de estos cuadros de cerca, únicamente se aprecian pequeños puntos. Sin embargo, el significado no sólo se aclara conforme te alejas, sino que se vuelve muy preciso”. Para la ciencia, la naturaleza también funciona así. Estamos hablando de la idea de que el todo es mayor que la suma de las partes: los átomos solitos no nos explican cómo funciona un nivel de organización más complejo en el cual se expresan nuevas leyes llamadas emergentes.
Cuando danzan ante nuestra vista innumerables hormigas, vehículos en una ciudad, miles de millones de partículas y de neuronas, tenemos que tomar distancia —mediante las ciencias de la complejidad— para apreciar, en medio de lo que parece caos, fluctuaciones que disparan estructuras inéditas, la aparición de algoritmos y mecanismos de autorregulación que de pronto se pueden valorar en nuevos términos. Lo mismo pasa cuando vemos un espectáculo de danza, una novela en la que se entrelazan diversos capítulos o un concierto en el cual se entreveran sonidos que aislados no nos dicen nada, pero integrados nos llevan a una sensación majestuosa que va más allá de las diferentes partes, de los distintos fragmentos.