Para interactuar con las instancias del mundo, es esencial ordenarlas en grupos ante los cuales respondemos de forma determinada (categorías). Nuestro cerebro está cableado para reducir la complejidad de la información que entra por los sentidos, ignorando particularidades, para enfocarnos solo en aquellas características útiles que nos permiten interactuar con los miembros de cada categoría; por ejemplo, comer lo “nutritivo” y no lo “venenoso”. Este proceso modifica nuestra percepción y aplica también a nuestra interacción con otros seres humanos. La categorización social obedece a los mismos principios evolutivos y nos ayuda a navegar un mundo social complejo, pero también tiene consecuencias negativas (prejuicios, estereotipos y discriminación). Sabemos además que la mayoría de nuestras categorías sociales son maleables por medio de la experiencia: ¿Cómo se distorsiona entonces nuestra percepción y conducta social en esta situación de crisis, cuya narrativa acentúa el peligro que representan otros seres humanos?