Tal y como la conocemos, la condición humana tiene en el con/tacto su elemento instituyente. El tacto (en el sentido general; es decir, el tacto visual, el auditivo, los cuerpos que se tocan, el aroma) ha constituido el elemento central de lo sensible, de la percepción afectiva del mundo y del otro. ¿Qué sucede cuando, en una crisis como la que provocó un tipo de coronavirus, la condición humana deviene sin/tacto? ¿Habría entonces que pensar en una ontología del tacto? ¿En un ser “abismado” sin/tacto? El tema se analiza, en el contexto de la pandemia, a lo largo de las tres dimensiones en las que Hannah Arendt traza las vicisitudes de esta condición: vita activa, vita contemplativa y el homo faber.